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—Ha de saber V., señá Frasquita, que estábamos yo y mi señora esta noche al cuidado de los niños, esperando á ver si venia el amo, y rezando el tercer rosario para hacer tiempo, pues la razon que habia traido Garduña era que andaba el señor corregidor detrás de unos facinerosos muy terribles, y no era cosa de acostarse hasta verlo entrar sin novedad, cuando sentimos ruido de gente en la alcoba inmediata, que es donde mis señores tienen su cama de matrimonio. Cogimos la luz, muertas de miedo, y fuimos á ver quién andaba en la alcoba, cuando jay Virgen del Cármen! al entrar, vimos que un hombre, vestido como mi señor, pero que no era él (¡como que era su marido de V!), trataba de esconderse debajo de la cama.«¡Ladrones!» principiamos á gritar desaforadamente, y un momento despues la habitacion estaba llena de gente, y los alguaciles sacaban arrastrando de su escondite al fingido corregidor.—Mi señora, que, como todos, habia reconocido al tio Lúcas, y que lo vió con