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aquel traje, temió que hubiese matado al amo, y empezó á dar unos lamentos que partian las piedras...—A la cárcel! ¡A la cárcel!» deciamos entre tanto los demas.

—«¡Ladron! ¡Asesino!» era la mejor palabra que oia el tio Lúcas, y así es que estaba como un difunto, arrimado á una pared y sin decir esta boca es mia.—Pero viendo Luego que se lo llevaban ya á la cárcel, dijo... lo que voy a repetir, aunque verdaderamente mejor seria para callado: «Señora, »yo no soy un ladron ni un asesino; el ladron »y el asesino de mi honra está en mi casa, »acostado con mi mujer.»» —Pobre Lúcas!—murmuró la señá Frasquita.

—¡Pobre de mí!—suspiró la corregidora.

—Eso dijimos todos... ¡Pobre tio Lúcas y pobre señora!»... porque... vamos .ya teniamos ciertos antecedentes de que mi señor habia puesto los ojos en V...; y, aunque nadie se figuraba que V...

—¡Ama!—exclamó severamente la cor-