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salgo de aquí. ¿Para qué?... Además, no quiero cansar á tus espías.

Gervasio, entonces, estalló.

—Pues bien, mis espías aseguran que has salido esta tarde; no muy lejos, al camino, al lado del terrado.

Arabela palideció al ver venir el drama.

—Es posible... pero no se trata de un acto tan importante que te dé derecho á pedirme cuentas.

—Eso depende de las apreciaciones. ¿Qué tenías que decir á Berta?

Sintiéndose cogida, furiosa por estarlo y cansada de sumisión, aun fingida, Bella, á su vez, se puso violenta.

' —Si trata usted, señor mío, de buscarme una querella más, no le responderé. Esto es completamente estúpido... Si no puedo siquiera decir dos palabras á una mujer del país...

—No me respondes? ¡ Cuidado! Esa mujer del país i es la nodriza de Jacobo; vas á decírmelo todo, lo quiero... ó si no...

— Si no, qué?

Bella le desafiaba frenética y tan hermosa en su enfado, que Gervasio se quedó deslumbrado y lleno de amarga pena por no ser amado por tal mujer; al pensar que amaba á otro, una furiosa rabia de celos le mordió en el corazón y le volvió loco.

—Si no, te aplastaré con estos dos puños y pisotearé tu linda persona con mis zapatos de campesino...

Pero vas á responderme, y ahora mismo...

La cogió del brazo y la levantó del suelo tan grande era su fuerza. Ella le insultó, convulsa y retorcida: — Bruto, cobarde, bandido!... Sería una delicia engañarte, patán...