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Piscop movió la cabeza: —Lo que es ese...

Pero ella le interrumpió resuelta: —Y después no importa cómo...

Y añadió resplandeciente de orgullo: —Una mujer como yo, encuentra siempre un asilo.

Los dientes de Gervasio rechinaron y exclamó: —Cállate; todavía eres mi mujer...

—Bueno—respondió Bella,—no vayamos á volver á empezar. Esos modales pueden pasar una vez. Está dicho; nos divorciamos.

Y respiró violentamente, como aliviada de un gran peso. Gervasio vaciló, y después se negó, descubriendo cándidamente su alma: —No, no quiero; habría que devolverte tu nombre, y eso jamás. Soy Carmesy, y seguiré siéndolo.

—Eso es todo lo que te detiene...—dijo Bella admirada al ver que la tenía tan poco en cuenta.

Gervasio replicó: —No, hay otra cosa...

—¿Qué? Anda, puedes decirlo todo...

—Tengo miedo de que te vayas á buscar á Jacobo.

—No hay nada más?

Gervasio se quedó pensativo y dijo muy bajo: —Puede que no sea todo...

—¿Qué hay más?

Piscop la miró con fijeza y respondió: —Nada... te pondrías demasiado contenta...

Bella vió la victoria é insistió con su encanto diabólico y sus maneras de los grandes días, cuando quería seducir. Gervasio, vencido, bajó la cabeza y confesó: —Hay tu persona... puesto que estamos dándonos explicaciones, crees que no sufro yo también un poco?... Si hubieras querido, la casa sería tuya... Pero