de franela empapado en greda mojada. Levantó la cabeza, vió á Hilario y pensó: «La cosa no va buena.» Pero no demostró sus aprensiones.
—Buenas tarde, Hi... señor Hilario, es usted amable por venir á vernos...
Le presentó una silla, pero Hilario le detuvo con un ademán.
—No vale la pena... no se moleste usted; me voy en seguida.
Examinó á Berta, que no se había movido; pero, sin embargo, fué por ella por quien empezó: —Regino, mi primo Gervasio se queja de su mujer de usted.
—¿Por qué?
—Dice que se ha ofrecido como intermediaria entre Jacobo de Valroy y Arabela... y supone...
El guarda se encogió de hombros: —Mirela usted—dijo simplemente.—¿De qué es capaz la pobre?
cosa.
Bien dijo Grivoize aceptando;—pero hay otra Garnache movió la cabeza y le interrumpió: —Señor Hilario, creo que viene usted con ideas de querella. Si es así, más vale que empiece usted por el fin y diga lo que quiere.
Hilario se irritó: • —Empiezo como quiero... pero tiene usted razón, no hay que tomar precauciones ni andarse en remilgos con usted. Es usted un mal servidor que hace traición á la confianza de los que le emplean...
—¿Qué? ¿Qué?—exclamó Regino estupefacto.
Pero el otro, una vez lanzado, continuó, sin querer oir nada: —Perfectamente... Ha seguido usted siendo el hombre de confianza del vizconde Jacobo; tiene usted con