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Hilario bromeaba y se divertía en ver á Berta palidecer á cada palabra que él pronunciaba.

La mujer le escuchaba muy atenta haciendo esfuerzos por comprenderle; de pronto debió de conseguirlo, pues dió otro grito más agudo, levantó los brazos y echó á correr.

La vieron atravesar el jardín y llegar al camino antes de que Sofía hubiera podido contenerla.

—Buen viaje dijo Hilario.

Y añadió, volviéndose hacia Regino: —Acabemos; nos disgusta á mi padre y á mí tener en el pabellón una loca y un guarda adicto á los demás ; todo esto produce escándalo y mala administración.

Hemos decidido pasarnos sin usted, le damos las gracias por sus servicios y deseamos que esta casa esté libre dentro de tres días. En cuanto á lo que se le debe, presente usted su cuenta y se le aprobará.

Esta vez, Regino se quedó anonadado. Había previsto una escena de acusaciones y hasta de palabras duras; pero ser arrojado fuera, como un lacayo que ha robado, él, cuya honrada vida había transcurrido bajo aquel techo; él, cuyos seis antepasados habían habitado aquella morada, en otro tiempo cabaña cubierta de paja y transformada poco á poco, era una idea que le partía el corazón. Bajó la cabeza con el bigote tembloroso y por fin murmuró: —Me extraña, después de todo, en Grivoize el pequeño.

El joven, ofendido por aquellas palabras familiares, aumentó su impertinencia: —Regino mi padre se llama el señor Grivoize. Pero, en realidad, esto no tiene ya importancia, puesto que no es usted de los nuestros. Conque, está dicho; dentro de tres días la casa libre y la llave en la puerta.

Es dinero perdido pagar guardas como usted.