Página:En la paz de los campos (1909).pdf/311

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 307 —

hacen gritar... Estoy solo, pobre y maldito... Agarrarme á la existencia sería una cobardía... Nodriza, tú, que has vivido en estos muros y formado parte de esta familia, debes saber que fué en esa escalinata donde mi bisabuelo se pegó un tiro antes que rendirse; debes saber que fué por aquella ventana por la que mi abuelo se arrojó, por repugnancia de una vida demasiado monótona... Lo que no sabes es que mi misma madre se mató; he adquirido la certeza... Ya ves que es un mal hereditario y contagioso; es el consejo de los que se han marchado á los que quedan, el consejo de seguirles... Oigo sus voces y voy hacia ellos...

Y más vale que sea así.

Tantas palabras apresuradas y sonoras, aturdían á Berta, que no lograba comprenderlas á pesar de su atención apasionada. Hacía tanto tiempo que no escuchaba las palabras humanas, que era ya un esfuerzo y casi un sufrimiento el distinguirlas.

Y, además, Jacobo hablaba esta vez lo mismo al viento, á los árboles, á los muros y á sí mismo que á la mujer ansiosa que tenía delante. El joven concluyó: —Celebro que hayas venido para verte por última vez y decirte que si he sido duro é ingrato contigo en mi infancia, ahora lo siento; que habrás tenido en el último momento un buen puesto en mi corazón... y que, si no hubiese más que buenas personas como tú, tu marido y tu hijo, me costaría más trabajo morir.

Esta última palabra se le quedó á Berta en el oído, y, ya alterada, exclamó: —Morir? ¿Quieres morir?

Jacobo cometió el error de no fingir; pero no sabía...

—Ya te lo he dicho; es el único partido que me queda... y el que más me gusta.