Página:En la paz de los campos (1909).pdf/313

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 309 —

madre... ¡Ah! Ah! Todavía me cree loca... Jacobo, tú te llamas José y José se llama Jacobo. Sí; yo lo he hecho todo... Te puse en lugar del otro para que tuvieses dinero, nobleza y todos los bienes de la tierra. Pero puesto que la nobleza te dice que te mates, puesto que no tienes más que desdichas, puesto que me he engañado en mi esperanza, vengo á decirte la verdad.

¡Eres mi hijo! Ahora vas á vivir...

Ninguna estupefacción, ninguna confusión son comparables á las del joven ante aquellos clamores reveladores.

Por un instante, midió el horizonte que se le ofrecía y lo admitió; Berta decía la verdad: él era su hijo y el de Regino... Entonces el conde Juan... la condesa Antonieta... la señora de Reteuil... Debía arrojarlos de su corazón? No solamente eso; él mismo...

Se encogió de hombros; no era posible. Después creyó comprender que aquella supuesta revelación era una abnegación sublime de su nodriza para salvarle rompiendo la línea de nobles trágicos. Admiró la sublime invención de aquella alma inferior y respondió: —Pobre Berta, gracias, te comprendo; tu pobre y sincero corazón te ha inspirado eso... pero es inútil.

No llores; tienes á José que vale más que yo; tienes á Regino y á todos los tuyos...

Berta sollozaba, envejecida y lastimosa.

— No me cree! ¡ no me cree! ¿Por qué quieres que te lo jure?... Es asombroso que una madre cometa un crimen por la dicha de su hijo?

Jacobo cerró los ojos y palideció un poco. ¿Si fuese verdad, sin embargo? El, hijo de aquella mujer... y de Regino... y lo demás robado... Su repugnancia por la tierra creció todavía. Una mentira más; todo era mentira.