logía en La Plata (dependiente de la Provincia de Bs. Aires e instalado en el ‘¿Hospital Sor María Ludovica), nos informa sobre consultas por plaguicidas pero sin determinar claramente las condiciones de la contaminación como para atribuirla, dado el caso, al trabajo hortícola. Por otra parte, no se centralizan todas las consultas que llegan a los hospitales zonales periféricos?‘ minación. En tal sentido, la recopilación de información del Servicio de Toxico- El consumo miento de las regulaciones para la restricción y eventuales prohibiciones en la venta de agroquímicos, es muy de■cíente.. Por su parte, los controles en los mercados concentradores, tanto en Bs. Aires cuanto en La Plata, no alcanzan a cubrir, con sus laboratorios bromatológicos, las su■cientes muestras de productos a Ia venta. Asimismo, la cetección de contaminaciones es relativa- mente demorada“ La contaminación en el consumo incide tanto en los compradores cuanto en los mismos trabajadores, pues los productos hortícolas forman parte de su dieta, si bien éstos no admiten su importancia en la alimentación. La problemática del consumo de productos hortícolas, para situar la cuestión de la producción “orgánica”, tiene su especi■cidad. Históricamente se fue imponiendo un tipo de producto de tersura y color unifonne y de cualidades estables; cambios que nacen de la búsqueda de una mayor productividad y control de los factores productivos. Estas virtudes cosméticas de la mercadería evolucionó frecuentemente en desmedro del sabor y de los componentes nutritivos y aparecen ligadas al aporte de los agroquímicos. Un estudio efectua- do en Costa Rica (Simán 1990), nos servirá de guía para el análisis del consumo. En la ocasión, en base a entrevistas a consumidoras y a productores de tomate, se llegó a algunas conclusiones: Los diversos controles públicos suelen ser precarios. El mismo cumpli- en general, es bajo, ya que para que ellas aceptaran el tomate con un 10% de daño, se necesitaba una reducción del precio de un 40%.. . sin embargo, las consumidores estaban dispuestas a pagar hasta un 36% más por un 123 “que el nivel de tolerancia al daño del tomate de parte de las consumidores
