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Domingo F. Sarmiento

oye saludar pueblo grande? «¡Al gran pueblo Argentino, salud!» Porque estas palabras que nuestra canción nacional recuerda, y con las que se nos ha mecido desde la cuna, no las inventó la vanidad del autor; las tomó de Pradt y de la prensa de Europa, de las gacetas y comunicaciones oficiales de los demás estados americanos. Todos le llamaban grande, todos se habían complotado á impulsarlo á las grandes cosas.

Así educada, mimada hasta entonces por la fortuna, Buenos Aires se entregó á la obra de constituirse ella la República, como se había entregado á la de libertarse ella y la América, con decisión, sin medios términos, sin contemporización con los obstáculos. Rivadavia era la encarnación viva de ese espíritu poético, grandioso, que dominaba la sociedad entera. Rivadavia, pues, continuaba la obra de Las Heras en el ancho molde en que debía vaciarse un gran Estado americano, una república. Traia sabios europeos para la prensa y las cátedras, colonias para los desiertos, naves para los ríos, intereses y libertad para todas las creencias, crédito y Banco Nacional para impulsar la industria; todas las grandes teorías sociales de la época para modelar su gobierno; la Europa, en fin, á vaciarla de golpe en la América y realizar en diez años la obra que antes necesitara el transcurso de siglos.

Era quimérico este proyecto? Protesto que no. Todas sus creaciones subsisten, salvo las que la barbarie de Rosas halló incómodas para sus atentadu....

La libertad de cullos, que el alto clero de Buenos Aires apoyó, no ha sido restringida; la población europea se disemina por las estancias, y toma las armas de «motu propio» para romper con el único obstáculo que la priva de las bendiciones que le ofreciera aquel suelo; los ríos están pidiendo á gritos que se rompan las cataratas oficiales que les estorban ser navegados; y el Banco Nacional es una institución tan hondamente arraigada, que él ha salvado la sociedad de la miseria á que le había conducido el tirano.

Sobre todo, por fantástico y extemporáneo que fuese aquel gran sistema á que se encaminan y precipitan todos los pueblos americanos, ahora por lo menos ligero y tolerable para los pueblos, y por más que los hombres sin conciencia in vociferen todos los días, Rivadavia nunca