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Domingo F. Sarmiento

sería fastidioso añadir un «s» en apoyo de los que, «después de palpadas las consecuencias, han desempeñado la fácil tarea de incriminar los motivos de donde procedieron. Cuando el mal existe, es porque está en las «cosas», y allí solamente ha de ir á buscársele; si un «hombren lo representa, haciendo desaparecer la personificación», se le renueva. César, asesinado, renació más terrible en Octavio. Este sentir de Louis Blanc, expresado antes por Lherminier y otros mil, enseñado por la historia fantas veces, sería un anacronismo objetarlo á nuestros partidos, educados hasta 829 con las exageradas ideas de Mably, Reynal, Rousseau, sobre los déspotas, la tiranía, y tantas otras palabras que aun vemos quince años después formando el fondo de las publicaciones de la prensa.

Lavalle no sabía, por entonces, que matando el cuerpo no se mata el alma, y que los personajes políticos traen su carácter y su existencia del fondo de sus ideas, intereses y fines del partido que representan.

Si Lavalle, en lugar de Dorrego, hubiese fusilado á Rosas, habría quizá ahorrado al mundo un espantoso escándalo, á la humanidad un oprobio, y á la República mucha sangre y muchas lágrimas; pero aun fusilando á Rosas, la campaña» no habría carecido de representantes, y no se habría hecho más que cambiar un cuadro histórico por otro. Pero lo que hoy afecta ignorar, es que, no obstante la responsabilidad puramente personal que del acto se atribuye Lavalle, la muerte de Dorrego era una consecuencia necesaria de las ideas dominantes, y que dando cima á esta empresa, el soldado intrépido hasta desafiar el fallo de la historia, no hacía más que realizar el voto confesado y proclamado del ciudadano.

Sin duda que nadie me atribuirá el designio de justificar al muerto, á expensas de los que sobreviven. Lavalle hacía lo que todos deseaban haber hecho, salvo quizá las formas, lo menos substancial sin duda en caso semejante.

¿Qué había estorbado la proclamación de la Constitución de 1826, sino la hostilidad contra ella de Ibarra, López, Bustos, Quiroga, Ortiz, los Aldao, cada uno dominando una provincia y algunos de ellos influyendo sobre los demás? Luego, ¿qué cosa debía parecer más lógica en aquel tiempo y para aquellos hombres lógicos «á priori»» por educación literaria, sino allanar el único obstáculo