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de las Indias.

era, que poco despues de pasado el rio estaba gran multitud de gente, ciguayos, en un monte para dar en ellos esperándolos. Salieron con gran grita, y esta es, cierto, muy temerosa, disparan millares de flechas juntas, que parecia lluvia, pero como las tiran de léjos (porque, al ménos en esta isla, no osaban de, como cognoscieron el cortar de las espadas y más el correr de los caballos, llegarse mucho), ya llegaban cansadas y hacian poco fruto; van tras ellos, mayormente los de caballo, matan algunos, porque los montes tenian cerca por refugio. Desaparecieron aquella noche todos, y los cristianos durmieron en aquellos montes. Otro dia, tórnanse á la sierra en busca de los indios, llegaron á un pueblo que hallaron vacío, prendieron un indio que les dijo que de allí á tres ó cuatro leguas estaba el pueblo de Mayobanex, y él allí con gran escuadron de ciguayos, para pelear aparejado; llegaron á donde estaban. Desde los montes en que estaban, muchos flecharon á los cristianos y hirieron á algunos que no les dieron lugar á arrodelarse; fueron tras ellos, mataron muchos y asaetearon muchos con las ballestas, y con las espadas desbarrigaron y cortaron brazos y piernas á hartos, y no fueron pocos los que prendieron por esclavos; de los presos envió el Adelantado uno que dijese á Mayobanex, que no venia á hacerle guerra ni á los suyos, ántes deseaba tener su amistad, y la ternia siempre que él quisiese, sino en busca de Guarionex, el cual sabia que tenia escondido, y á su persuasion hacia á los cristianos guerra, por tanto, que le rogaba y requería que le entregase á Guarionex, y que le seria siempre su buen amigo y favoresceria siempre en lo que tocase á su reino y gentes dél, y si nó, que creyese que lo habia de perseguir á fuego y á sangre hasta destruirlo. Bien será, cierto, notar la respuesta de Mayobanex; respondió: «decidles á los cristianos, que Guarionex es hombre bueno y virtuoso, nunca hizo mal á nadie, como es público y notorio, y por eso dignísimo es de compasion de ser en sus necesidades y corrimiento ayudado, socorrido y defendido; ellos, empero, son malos hombres, tiranos, que no vienen sino á usurpar las tierras ajenas, y no