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Historia

CAPÍTULO LXVI.


Llegó la barca con los cuatro marineros, despues de muchos trabajos y peligros, donde Lope de Olano estaba y la demas gente, y diéronle cuenta, como, por volver Nicuesa en su carabela á buscallo, se habia perdido, y por extenso refiriéronle los trances, hambres y miserias que habian padecido, y en el estado que quedaba en la isla, y que ellos, sin le dar parte, se habian venido á buscar las naos para le poder llevar remedio, porque si se lo dijeran entendian que no les diera licencia, y así perecieran más aína. No hicieron buen sabor á Lope de Olano las nuevas que habia oido, temiendo la ira de Nicuesa, por se hallar reo del desastre acaecido; pero haciendo lo que en sí era, despachó luégo el un bergantin, y dentro los cuatro que habian en la barca venido, con algunos palmitos, y de la miseria, que los que allí estaban con él tenian y comian. Ya que estaban todos los que vivos quedaban en la isleta en el extremo para morirse, vieron venir el bergantin con su refresco de palmitos, con cuya vista comenzaron como á resucitar de muerte á vida, y á tener esperanza de no morir. Rogaban á Dios, cada uno segun podia, que llegase á ellos el bergantin, é que no se le siguiese algun impedimento, que desviase su vía; finalmente, plugo á nuestro Señor consolallos con su llegada y vista. Bien se puede aquí juzgar, no tener comparacion el gozo que los unos con los otros hobieron, aunque harto mezclado de lágrimas y de tristeza, en verse así, los unos y los otros, cercados de tantas miserias, y tan disminuidos de las calamidades, en todas partes por todos, padescidas, y las que tenian estarles por venir. Sacados los palmitos, comenzaron á dar en ellos y del agua dulce que trujo el bergantin con la comida y bebida, de