Página:La Condenada (cuentos).djvu/112

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marse. Mi único consuelo es que cada vez se trabaja menos. Pero ¡cuán duro es este plan!... ¡Si yo lo hubiera sabido...!

Y quedó silencioso, mirando al suelo.

-Todos contra mi -continuó-. Yo he visto muchas comedias. ¿Sabe usted? He visto que ciertos reyes antiguos iban a todas partes llevando detrás al ejecutor de su justicia, vestido de rojo, con el hacha al cuello, y hacian de él su amigo y consejero. ¡Aquello era lógico! El encargado de cumplir la justicia me parece que es alguien, y alguna consideración merece. Pero en estos tiempos todo son hipocresias. Grita el fiscal pidiendo una cabeza en nombre de no sé cuántas cosas respetables, y a todos les parece bien; llego yo después, cumpliendo sus órdenes, y me escupen y me insultan. Diga, señor: ¿es esto justo?... Si entro en una fonda, me ponen en la puerta apenas me conocen; en la calle todos rehuyen mi contacto, y hasta en la Audiencia me tiran el sueldo a los pies, como si yo no fuese un funcionario lo mismo que ellos, como si mi dinero no figurase en el presupuesto... ¡Todos contra mi! Y después -añadió con voz