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Escena II
(Dichos y Mercurio)

Mercurio.—He cumplido ya tus mandatos, soberano Padre; Neptuno y su corte no pueden venir, pues temen perder el imperio de los mares, a causa del actual arrojo de los hombres; Vulcano aún no ha terminado los rayos que le encargaste para armar al Olimpo, y los está concluyendo; en cuanto a Plutón

Júpiter.—(Interrumpiendo a Mercurio.) ¡Basta! Tampoco los necesito. Hebe, tú, Ganimedes, repartid el néctar para que beban los inmortales.

(Mientras Hebe y Ganimedes llevan su cometido, llegan Baco y Sileno, éste a pie y aquél montado en una burra con el tirso en la mano y verdes pámpanos en las sienes, cantando:

"El que vivir desea
Y divertirse,
Abandone a Minerva:
Mis viñas cuide…"

Minerva.—(En alta voz.) ¡Silencio! ¿No ves que el poderoso Júpiter ha de hablar?

Sileno.—¿Y qué? ¿Se ha enfadado el vencedor de los Titanes? Los Dioses toman el néctar: por consiguiente, puede cualquiera expresar su alegría de la manera como le plazca; pero ya veo que mi discípulo te ha ofendido y tomas por pretexto.…

Momo.—(Con voz socarrona.) Defiéndele, Sileno, por que no digan que tus discípulos son unos impertinentes.

Minerva.—(Trata de replicar, pero Júpiter la contiene con un gesto. Entonces manifiesta Minerva su desprecio con una sonrisa tan desdeñosa, que altera la delicada severidad de sus hermosos labios.)

(Después de tomar todos los Dioses de la inmortal bebida, comienza a hablar.)

Júpiter.—Hubo un tiempo, excelsos dioses, en que los soberbios hijos de la Tierra pretendieron escalar el Olimpo y arrebatarme el imperio, acumulando montes sobre montes; y lo hubieran conseguido, sin duda alguna, si vuestros brazos y mis terribles rayos no los