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QUO VADIS

¡Ah! Te diré que presencié una conversación de Pablo con Petronio; ¿y sabes tú lo que dijo Petronio para terminar? «Esto no es para mi.» Pero no pudo dar ninguna otra respuesta.

—Repíteme las palabras de Pablo,—dijo Ligia.

—Fué en mi casa, una tarde. Petronio empezó, como de costumbre, á hablar en chanza y con tono zumbón, y entonces Pablo le dijo: ¿Cómo puedes negar tú, sabio Petronio, que Cristo existió y se levantó de entre los muertos, si tú entonces no habías venido aún al mundo, en tanto que Pedro y Juan le vieron y yo mismo le ví, en el camino de Damasco? Demuestre, ante todo, la sabiduría tuya, que somos unos impostores, y en seguida podrás rechazar nuestro testimonio.» Petronio contestó que no abrigaba la intención de negar nada, porque sabía que se daban muchos casos incomprensibles, sostenidos y corroborados por gentes fidedignas. Pero, agregó, una cosa es el descubrimiento de un nuevo dios extranjero y otra la aceptación de su doctrina.

No me asiste el menor deseo de adquirir ningún nuevo conocimiento que venga á deformar la vida y á macular su belleza. No importa que nuestros dioses existan ó no: son hermosos, su imperio nos es amable y vivimos sin afanes.» —Tú rechazas una religión de amor, de justicia y de perdón, atento solo á las dulzuras de la existencia,—replicó Pablo;—más, piensa, Petronio, ¿se halla en realidad tu vida exenta de ansiedades? Mira: ni tú, ni otro hombre alguno de los más ricos y poderosos, sabe en la actualidad, al entregarse por la noche al sueño, si á la mañana siguiente, al despertar, no le aguarda una sentencia de muerte. Y dime, si el César profesara esta religión de amor y de justicia, ¿no sería mucho más cierta la felicidad tuya? Te sientes alarmado ante la idea de perder tus goces; más, ¿no crees que sería entonces más placentera tu vida?