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QUO VADIS

En momentos avauzábase aún hasta criticar á Nerón en su presencia; y cuando los demás creían que había llegado ya demasiado lejos, ó estaba preparando su propia ruina, dábase maña para transmutar de súbito la crítica en tal manera, que venía en definitiva á redundar en provecho propio y á convertirse en alabanza. En esos torneos de ingenio y sutileza, llenaba de admiración á los augustianos presentes, y en su ánimo dejaba el convencimiento de que no habría dificultades que no lograra él vencer airosamente.

Como una semana después de haber regresado Vinicio de Roma, el César leyó en un pequeño círculo de intimos algunos extractos de su canto al Incendio de Troya.

Terminadas la lectura y los ruidosos transportes de admiración de los oyentes, Petonio, á quien interrogó el César con la mirada, respondió: —Malos versos, buenos solo para el fuego.

Los presentes sintieron que el terror suspendía los latidos de sus corazones.

Jamás, desde los días de su niñez, había escuchado Nerón de hombre alguno una setencia semejante.

El rostro de Tigelino irradiaba felicidad.

Pero Vinicio habíase puesto pálido, creyendo que Petronio, á quien hasta entonces jamás había visto ébrio, se había embriagado esta vez por completo.

Nerón, sin embargo, preguntó con voz melosa, en la cual temblaba una inflexión como de vanidad más ó menos hondamente herida: —¿Qué defectos les encuentras?

—No les creas,—dijo Petronio, enfrentándose á él y señalando á los presentes—esos nada comprenden. Me has preguntado que defectos hay en tus versos. Si deseas escuchar la verdad, voy á decirtela. Tus versos dignos serían de Virgilio, de Ovidio, del mismo Homero; más, no son dignos de ti. Estás á mayor altura que ellos. El incendio por ti descrito no arde suficientemente: tu fuego no que-