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QUO VADIS

de ese mundo ignoto, al través de las cuales vería lo que hasta ese momento érame desconocido. Sea ello terrible ó admirable, no importa: con tal que sobrepuje la humana concepción, y lo vea yo grande y exento de vulgaridad! Pero ese sacrificio no fué bastante. Evidente es que para abrir las puertas del empíreo se necesita de algo más grande aún. ¡Sea ello, pues, así, ya que el Destino lo quiere!

—¿Qué intentas hacer?

—Tú lo verás más pronto de lo que te imaginas. Entretanto, ten por cierto que existen dos Nerones; uno que el pueblo conoce; el otro, un artista que sólo de tí es conocido, y el cual, si destruye como la muerte, ó se ve dominado por el frenesí, como Baco, débese ello tan sólo á que la trivialidad y las miserias de la vida ordinaria le ahogan y quisiera aniquilarla, aún cuando para ello fuera menester hacer uso del hierro ó del fuego! ¡Oh! ¡cuán vulgar tornará á ser este mundo cuando yo haya desaparecido de él! Todavía ningún hombre, ni siquiera tú mismo, ha llegado á tener una concepción exacta de mi temperamento artistico. Y precisamente á causa de esto yo sufro, y te digo con sinceridad que el alma se halla tan melancólica dentro de mí, como esos cipreses sombríos que allí se alzan en frente de nosotros! Es muy gravoso para un hombre cargar a la vez con el peso del supremo poder y del más excelso talento!

—Simpatizo profundamente contigo, ¡oh, Césarl y en ello me acompañan la tierra y los mares, sin contar á Vinicio, que te deifica desde el fondo de su alma!

—El también me ha sido siempre caro,—dijo el César, —si bien sirve á Marte, y no á las Musas.

—El sirve ante todo á Venus Afrodita,—contestó Petronio.

Y en ese mismo instante resolvió decidir el asunto de su sobrino de un solo golpe y alejar al mismo tiempo cualquier peligro que pudiera amenazarle. Así, pues, agregó: