Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/135

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
133
QUO VADIS

zonte. Los montes Sabinos substraíanse así por completo á la vista.

La primera impresión de Vinicio fué que no solo estaba ardiendo toda la ciudad, sino el mundo entero, y que no habría sér viviente que pudiera salvar de entre aquel océano de humo y de llamas.

El viento soplaba con creciente fuerza desde la zona del fuego, trayendo hacia el joven el olor á quemado y el humo que empezaba á la sazón á ocultar hasta los objetos más cercanos.

Era ya de día claro, y los rayos del. sol iluminaban las cumbres de las colinas que el lago de Alba circundan.

Pero los brillantes rayos de la mañana veíanse ora rojizos, ora palidecientes al través de aquella densa niebla siniestra.

Vinicio, al descender en la dirección de Albano, penetró á una región en que el humo hacíase cada vez menos transparente.

Todo aquel pueblo veíase envuelto en él por completo y sus alarmados habitantes habían salido de sus casas y discurrían por las calles.

Aterraba el pensar lo que sucedería en Roma, cuando haclase ya dificil respirar en Albano.

La desesperación se apoderó momentáneamente de Vinicio y el terror le erizó otra vez los cabellos.

Pero en seguida intentó darse ánimos á si propio.

—Es imposible—pensaba—que una ciudad empiece á quemarse por todas partes á la vez. El viento sopla del Norte y empuja el humo en esta dirección. Del otro lado no ha de haber nada. Y en todo caso, bastará que Ursus salga por la puerta del Janículo con Ligia para salvarla y salvarse.

Es igualmente imposible que toda una población vaya á perecer y que la ciudad que gobierna al mundo sea borrada de la faz de la tierra con todos sus habitantes.

Aun en los pueblos vencidos y tomados al asalto entre