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QUO VADIS

los horrores del incendio y la matanza, siempre hay gentes que sobreviven; ¿porqné entonces habría de perecer seguramente Ligia? Por el contrario, Dios vela por ella; el mismo Dios que triunfó de la muerte.

Y después de haber discurrido así, empezó de nuevo á orar; y cediendo á una costumbre inveterada, hizo grandes votos á Cristo, mezclados con promesas de donaciones y sacrificios.

Una vez que hubo recorrido velozmente la ciudad de Albano, cuyos habitantes casi todos hallábanse á la sazón sobre los techos y subidos á los árboles, para mejor contemplar el espectáculo del incendio, se tranquilizó un tanto y recobró su sangre fría. Recordó también que Ligia se hallaba protegida, no tan sólo por Ursus y Lino, sinó asimismo por el Apostol Pedro, y ante esta nueva idea consoladora, sintió más confortado el corazón.

Para él Pedro era un hombre incomprensible, un sér casi sobrenatural.

Desde la noche en que le oyera en Ostrianum, había quedado grabada en su ánimo la impresión,—que había comunicado por escrito á Ligia al principio de su permanencia en Ancio,—de que hasta la última de las palabras pronunciadas por el anciano era cierta ó habría de resultar comprobada con el tiempo.

Y el conocimiento más estrecho que durante su enfermedad había adquirido del Apostol, lo había confirmado en aquella opinión, la cual llegó á convertirse luego en fe indestructible.

Puesto que Pedro había bendecido su amor y prometídole á Ligia, no podía ella perecer entre las llamas.

Aun cuando Roma ardiese hasta los cimientos, ni una chispa del incendio caería sobre los vestidos de la joven.

Bajo la influencia de una noche de insomnio, de aquel galopar desenfrenado y de las violentas impresiones de que era presa el joven tribuno, ha lábase ahora poseido de