Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/138

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
136
QUO VADIS

za del Mercado, bajo los pórticos de los templos y en todas las calles.

Unos levantaban tiendas destinadas á dar abrigo á familias enteras; otros acampaban al aire libre y gritaban, y clamaban á los dioses, y maldecían á los Hados.

En medio de tanta confusión era difícil averiguar cosa alguna.

Las personas á quienes se dirigió el joven, ó no respondían, ó con mirada enloquecida por el terror exclamaban que había sonado la hora postrera para la ciudad y para el mundo.

Y nuevos grupos de hombres, mujeres y niños continuaban llegando á cada instante de Roma, y con ellos aumentaba el desorden y el tumulto de lamentos y de gritos.

Algunos, perdidos en medio de aquella desatentada multitud, buscaban desesperadamente á los suyos; otros se disputaban entre si á brazo partido un sitio en donde acampar.

Muchos pastores semi—bárbaros de la Campania habían venido también á la ciudad y se acercaban en grupos á imponerse de las noticias, ó á la expectativa de un botin fácil en medio de aquel pavoroso laberinto.

Aquí y allí, multitud de gladiadores y de esclavos de todas nacionalidades se entregaban al saqueo de las casas de la ciudad y al ataque de los soldados que acudían en defensa de los ciudadanos.

El senador Junio, á quien halló Vinicio frente á la posada con un grupo de esclavos bátavos que le rodeaban, fué la primera persona que al joven dió noticias más detalladas acerca del incendio.

El fuego había principiado en el Circo Máximo, en la parte colindante con el Palatino y el Monte Celio, extendiéndose con incomprensible rapidez, y abarcado todo el centro de la ciudad. Jamás, desde la época de Breno, había caído sobre Roma catástrofe más tremenda.