Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/152

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
150
QUO VADIS

Era evidente que Ligia, Lino y Ursus, con todos los demás habitantes de esa parte de la calle, se habían puesto á salvo recurriendo á la fuga.

—Es menester que los busque entre la multitud que ya ha salvado las puertas de la ciudad, pensó Vinicio.

No le sorprendió el no haberlos encontrado en la Vía Portuense, porque bien podrían haber huido del TransTiber por el lado opuesto, á lo largo del Monte Vaticano.

En todo caso, por lo menos se habrían librado del fuego.

Parecióle que se le quitaba de encima un gran peso.

Ciertamente, comprendía el terrible peligro que habría rodeado á la fuga, pero le consolaba el pensar en las fuer zas sobrehumanas de Ursus.

—Es menester,—se dijo,—que me ponga en salvo y alcance hasta los jardines de Agripina, pasando por los de Domicio, en donde habré de encontrarlos. El humo no ha de ser tan denso allí, á causa del viento que sopla desde el Monte Sabino.

Y en verdad, era ya tiempo de que pensara en su propia salvación; pues el río de fuego afluía cada vez más hacia aquel punto desde la isla, y nuevas oleadas de humo cubrían ahora la calle casi por completo. El cirio de que se había servido para alumbrarse en el interior de la casa fué apagado por una corriente de aire.

Vinicio se precipitó hacia la calle y corrió con todas sus fuerzas en dirección á la Vía Portuense, por donde había venido.El fuego parecia perseguirlo con su hálito quemante, ora envolviendole en nuevas nubes de humo, ora cubriéndole de chispas que caían sobre sus cabellos, su cuello y sus vestidos. La túnica empezó á quemársele por varios puntos, de lo cual no hacía él caso, antes bien, seguía corriendo por temor de que le sofocara el humo. Sentia en la boca un sabor á humo y á hollín, y su garganta y pulmones parecía como si estuvieran abrasados por el fue-