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QUO VADIS

Pronto, pues, él y Chilo se pusieron en marcha atravesando el Pagus Janiculensis (1) para llegar hasta la Via Triunfal.

Allí había también vehícalos, en los sitios abiertos; pero lograron pasar al través de ellos con poca dificultad, pues, la mayor parte de los habitantes habían huido por la Via Portuense con dirección al mar.

Más adelante de la Puerta Septimia siguieron entre el río y los espléndidos jardines de Domicio; los altos cipreses velanse alli rojos por el incendio, cual si los iluminara el fulgor de un sol vespertino.

Luego fué haciéndose el camino más y más despejado, y por momentos, sólo tenían ambos ginetes que luchar contra la corriente de los campesinos que venían en sentido opuesto.

Vinicio espoleaba incesantemente á su mula, mientras Chilo, que le seguía muy de cerca, iba casi todo el tiempo hablando consigo mismo. Y así discurria.

—Bien: ya hemos dejado atrás el fuego, que ahora nos viene calentando las espaldas. Jamás ha estado mejor alumbrado este camino durante la noche. ¡Oh, Zeus! Si no envías pronto sobre ese fuego torrentes de lluvia, menester será confesar que ya no tienes amor á Roma. Porque el poder de los hombres no ha de alcanzar para extinguir esas llamas.

¡Esta es la ciudad de la cual Grecia y el mundo entero dependían! Y ahora el primer griego que pase delante de ella puede tostar judías en sus escombros. ¿Quién lo hubiera pensado?

Y ahora también ya no existirá una Roma ni gobernantes romanos. Quienquiera que desee hollar sus cenizas cuando éstas se hayan enfriado, y pasar silbando sobre ellas, podrá hacerlo ya sin el menor peligro. ¡Oh, dioses!

sobre una ad que ha sido la señora del mun(1) Pago, aldes, lugar, pueblo corto.—La aldea de Janículo.