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QUO VADIS

le obstruían su camino, y dirigióse á paso lento hacia la calle formada por los pretorianos.

Pronto llegó al pie del acueducto.

Sobre éste á la sazón reinaba un verdadero pánico, pues los cortesanos allí presentes habían interpretado en sentido adverso el grito «Panem et circenses,» tomándolo por una nueva explosión de ira popular.

Ni siquiera habían abrigado la esperanza de que Petronio salvara en medio de aquellá deshecha tempestad; así pues, apenas le vió Nerón, se adelantó corriendo hacia las gradas y con el semblante pálido por la emoción preguntó.

—Y bien, ¿qué hacen? ¿Se están batiendo?

Petronio insufló aire á sus pulmones, respiró con fuerza y contestó: —¡Por Pólux! ¡Están sudando y despidiendo unos hedores!... ¿No habrá quién me dé epilimma? (1) Porque me siento desvanecer.

Luego volviéndose al César, dijo: — Les he prometido trigo, vino, aceitunas, libre acceso á los jardines y juegos. Ahora han vuelto á adorarte y están aullando en tu honor. ¡Oh dioses! ¡qué insoportables las emanaciones de esa plebe!

—Mis pretorianos se encontraban prontos,—exclamó Tigelino; —y si tú no hubieras calmado á los turbulentos, los habría hecho yo callar para siempre. ¡Lástima grande, joh César! que no me hayas permitido hacer uso de la fuerzal Petronio le miró, encogióse de hombros y dijo: —No te ha de faltar la ocasión. Puede que necesites hacer uso de ella mañana...

—¡No, no!—exclamó Nerón.—Mandaré que abran los jardines al pueblo y le distribuyan trigo. ¡Gracias, Petronio! Haré disponer juegos y he de repetir en público la canción que habéis escuchado ahora.

(1) Especie de perfume.