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QUO VADIS

hombre, cuyos labios jamás ha manchado una mentira, porque por las venas de su madre corría la sangre del pueblo escogido.

Nerón volvióose entónces á Chilo y dijo: —¿Quién eres tú?

—Un hombre que te rinde sus homenajes, joh, Cirol y además, un pobre estoico...

—Aborrezco á los estoicos,—dijo Nerón.—Aborrezco á Trasea; aborrezco á Musonio y á Cornuto. Sus discursos me son repulsivos, así como su desprecio por el arte y su voluntaria suciedad é inmundicia.

—¡Oh, señor! Séneca, tu maestro, tiene mil mesas de madera de cedro. Si tú lo deseas, podré tener el doble. Soy estoico por necesidad. Exorna, joh radiosol mi estoicismo con una guirnalda de rosas, ponle delante de un cántaro de vino y te cantará Anacreonte con tal entonación que será capaz de ensordecer al último epicúreo.

Neron, que se sintió muy halagado el epíteto de radioso, dijo sonriendo: —Estoy satisfecho de ti.

—Este hombre vale cuanto pesa en orol—exclamó Tigelino.

—Más, junta á mi peso tu liberalidad; pues de otra manera puede el viento llevarse toda mi recompensa, contestó Chilo.

—El no sobrepujaría en peso á Vitelio,—observó Neron.

—¡Oh, Apolo, el del arco de platal! mi injenio no es de plomo!

—Veo que tu fé no te impide llamarme dios.

—¡Oh inmortal! Mi fé se halla puesta en ti; los cristianos blasfeman contra esa fe: por eso los aborrezco.

—¿Qué sabes tú de los cristianos?

—¿Me permites llorar, oh divinidad?

—Nó,—contestó Nerón; —el llanto me fastidia.

—Tienes tres veces razón; porque los ojos que te han