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QUO VADIS

sus goces? No digas necedades; no intentes persuadirme de eso, porque entonces ninguna otra cosa podré creerte.

—Pero el noble Vinicio se hizo cristiano, señor. Te juro por los resplandores que de tu persona irradian que digo la verdad, y que nada me causa un disgusto más hondo que la mentira. Pomponia Graecina es cristiana, el pequeño Aulio es cristiano, cristiana es Ligia, y también Vinicio.

Yo servi fielmente á este último y en recompensa, por insinuación de Glauco el médico, me hizo azotar, apesar de ser viejo y estar á la sazón enfermo y con hambre. Y he jurado por las Parcas que no habría de olvidar esa injuria. Véngala tú, joh señor! y en cambio te entregaré á Pedro el Apóstol, á Lino, Clito, Glauco y Crispo, que son los más allos, y á Ligia y Ursus. Y te señalaré á centenares, á millares de ellos, é indicaré sus casas de oraciones y los cementerios; y todas tus prisiones no bastarán á contenerlos! Sin mí, no podríais encontrarlos.

En mis desgracias he buscado siempre consuelo hasta hoy solamente en la filosofía; pero de aquí en adelante lo he de hallar en los favores que desciendan sobre mí. ¡Soy viejo y no he conocido las dulzuras de la vida: permite que empiece á conocerlas desde hoy!

—Según eso, tú anhelas ser estoico delante de un plato colmado,—dijo Nerón.

—Quien te presta servicios, creo merece bien que le colmen el plato.

—No te equivocas, joh filósofol Pero Popea no abandonaba ni por un momento la idea de vengarse de sus enemigos. Su pasión por Vinicio no había sido en realidad sino un capricho pasajero, hijo de un momento de celos, ira y vanidad heridas. Pero la frialdad del joven tribuno hirió profundamente su orgullo y llenó su corazón de un obstinado encono. El sólo hecho de que hubiera osado Vinicio preferir á otra mujer, parecía á sus ojos un delito que pedía venganza. En cuanto á Li-