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QUO VADIS

—Pueden creer que me tiemblan las rodillas en este instante y que el terror me eriza los cabellos; pero el hecho es que al llegar á casa me daré un baño en agua de violetas; mi Eunice de áureos cabellos me ungirá personalmente y luego, después de un refrigerio, haremos que nos canten el himno á Apolo, que compuso Antemio. Ya una vez me dije á mí mismo que no valía la pena de pensar en la muerte, pues la muerte piensa en nosotros sin necesidad de que vayamos en su ayuda. Sería una maravilla el que en realidad existiesen los Campos Elíseos y en ellos se pasearan las sombras de los humanos. Eunice iría entonces, llegado el momento, á reunirse conmigo y vagaríamos juntos por el prado de asfódelos. Y allí también me encontraría con mejor sociedad que la de este suelo. ¡Qué bufones y charlatanes! ¡Ralea vil, ajena á todo buen gusto y pulimento! ¡Decenas de árbitros de la elegancia no serían bastantes para transformar esos Trimalciones en personas decentes! ¡Por Proserpinal Harto estoy ya de todos ellos!

Y observó con asombro que ahora sentiase á mayor distancia que antes de todas esas gentes.

Habíalas conocido y considerado en su justo valor oportunamente y formándose concepto cabal acerca de lo que debía pensar respecto á ellos; no obstante, ahora parecíale hallarse con ellas en mucha mayor divergencia y considerábalas merecedoras de mayor desprecio que nunca. Así, pues, estaba ya harto de su sociedad!

En seguida púsose á pensar en su situación personal.

Su penetración ingénita le hizo comprender que la ruina definitiva no le amenazaba todavía con verdadera inmi nencia.

Nerón había aprovechado la oportunidad de pronunciar unas cuantas estudiadas y selectas frases acerca de la amistad y de la clemencia, las cuales por el momento lo ligaban en cierta manera.

—Tendrá que buscar pretextos,—se dijo Petronio,—y