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QUO VADIS

Vinicio hallábase ya en la puerta del atrium, cuando Petronio exclamó en seguida: —¡Mándame noticias con un esclavo!

Al quedar solo, empezó el árbitro á pasearse por entre las columnas que adornaban el atrium y á pensar en los últimos acontecimientos. Sabía que después del incendio, Ligia y Lino habían vuelto á la casa de este último, la cual, como casi todo el Trans Tiber, había salvado de las llamas; y era esa una circunstancia desfavorable, porque de otra manera difícil habría sido encontrarlos en medio de la multitud.

No obstante, esperaba Petronio que, en el estado en que se hallaban las cosas, nadie sabría en el Palatino dónde vivían, y por consiguiente, de todas maneras lograria Vinicio adelantarse á los pretorianos.

Ocurríasele también que Tigelino, en el deseo de apoderarse de un solo golpe del mayor número de cristianos, extendería sus redes por toda la ciudad.

—Aun cuando manden unos diez hombres en busca de Ligia, pensó, ese gigante ligur les romperá los huesos, y con mucha mayor seguridad si Vinicio acude con auxiliares.

Y esta idea le tranquilizó.

Cierto era que resistir á los pretorianos era casi lo mismo que declarar la guerra al César.

Petronio sabía también que si Vinicio se sustraía á la venganza de Nerón, esa venganza podría caer sobre su propia cabeza; mas ello le importaba poco.

Por el contrario, complacíase en la idea de cruzar los planes de Nerón y Tigelino; y resolvió no omitir en esta empresa ni hombres ni recursos. Puesto que en Ancio, Pablo de Tarso había convertido á la mayor parte de sus es clavos, sabía que al empeñarse en la defensa de los cristianos, podía contar con el celo y abnegación de esos neófitos.

La entrada de Eunice vino á interrumpir el curso de sus meditaciones.

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