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QUO VADIS

zón se ordenó ofrecer en los templos «piacula», (1) ó sean sacrificios purificadores.

Previa consulta de los libros sibilinos, dispuso el senado celebrar solemnidades y rogativas á Vulcano, Céres y Proserpina. Las matronas presentaron ofrendas á Juno: toda una procesión de ellas se trasladó á la orilla del mar á fin de tomar de allí agua y con ella asperjar la estatua de la diosa. Las mujeres casadas dispusieron fiestas en honor de los dioses y velaban durante noches enteras.

Toda Roma iba así purificándose de sus culpas y haciendo sacrificios encaminados á aplacar la cólera de los Inmortales.

Entre tanto abríanse nuevas y anchas calles por entre las ruínas.

En muchos puntos echábanse los cimientos de casas magníficas, de palacios y de templos.

Pero, ante todo, construyeron con admirable rapidez un enorme anfiteatro de madera, en el cual iban á ser sacrificados los cristianos.

Inmediatamente después del consejo celebrado en casa de Tiberio, dióse orden á los cónsules de que procurasen un nuevo suministro de bestias feroces.

Para ello Tigelino vació los vivares de toda las ciudades italianas, sin exceptuar las más pequeñas.

En Africa se organizaron por orden suya cazas gigantescas, en las cuales obligábase á tomar parte á las poblaciones de cada localidad.

Se hizo venir elefantes y tigres del Asia, cocodrilos é hipopótamos del Nilo, leones del Atlas, lobos y osos de los Pirineos, sabuesos feroces de Hibernia, perros molosios del Epiro, bisontes y gigantescos uros salvajes de Germania.

A causa del número extraordinario de presos, los juegos iban á sobrepujar en grandeza á todos los que hasta entonces hubiéranse conocido.

(1) De piaculum, expiación, sacrificio expiatorio en Batisfacción del pecado.