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QUO VADIS

pultando entre sus escombros á Nerón, los augustianos y pretorianos y á toda aquella ciudad inicua.

Y pensaba que ello no podría ni debería ser de otra manera; y que todo cuanto pasaba á su vista, y todo cuanto estaba destrozándole el corazón, no era otra cosa que un sueño.

Mas luego el rugido de las fieras le despertó á la realidad; y el golpe de las hachas con que se cortaba la madera que estaban sirviendo para levantar el nuevo circo, y los alaridos del populacho, y las prisiones rebosantes de cristianos, vinieron á confirmar dolorosamente la certidumbre de su tremendo despertar.

Y entonces empezó á quebrantarse su fe en Cristo, y ese quebrantamiento fué para su alma una tortura nueva, y acaso la más horrenda de todas.

Petronio en tanto repetiale: —Recuerda lo que hubo de apurar la hija de Seyano antes de morir.»

CAPÍTULO LII

Y todo fracasaba.

Vinicio habíase humillado hasta el punto de pedir la ayuda de libertos y de esclavos, tanto del César como de Popea, y había pagado sus vanas promesas con ricos dones.

Buscó al primer marido de Popea, Rufio Crispino, y obtuvo de él una carta para aquella. Obsequió al hijo del primer matrimonio de ésta, Rufio, con una casa de campo en Ancio; pero eso no dió otro resultado que irritar al César, quien aborrecía á su hijastro.

Por medio de un correo especial, envió á España una carta al segundo marido de Popea, Oton.

Y siguió sacrificando sus propiedades y sacrificándose á si propio, hasta que por último llegó á convencerse de que se estaba convirtiendo en un simple juguete de los