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QUO VADIS

Por lo demás, no abrigaba el propósito de sobrevivir á la joven y había resuelto perecer al mismo tiempo que ella. Pero temía que el dolor le arrebatara la vida antes de que llegase la hora tremenda.

Sus amigos, y también Petronio, pensaban asimismo que cualquier día se abriría para él la mansión de las tinieblas.

Habíasele enegrecido el semblante hasta el punto de asemejarse á las máscaras de cera que se conservaban en las lararia.

En su rostro se hallaba como petrificado el espanto y parecía no darse ya cuenta de lo que sucedía entonces, ni presumir lo que pudiera suceder después.

Cuando algulén le dirigía la palabra, levantaba maquinalmente hasta la altura de su rostro las manos y oprimiéndose con ellas las sienes, mirábale con ojos inquiridores y llenos de asombro.

Pasaba noches enteras con Ursus á la puerta de la prisión de Ligia; y cuando ella le obligaba que fuese á tomar descanso, volvia á casa de Petronio y allí se paseaba por el atrium hasta la mañana siguiente.

Con frecuencia los esclavos solían hallarle de rodillas, y alzadas las manos hacia al cielo, ó con el rostro en tierra.

E imploraba á Cristo, porque Cristo era su postrera espe ranza.

Todos sus intentos habían resultado vanos y frustrados.

Solo un milagro podría salvar á Ligia; y Vinicio apegada su frente a las baldosas del pavimiento, oraba y pedía á Dios ese milagro.

Más, á pesar de todo, aun le quedaba el suficiente juicio para comprender que las plegarias de Pedro tenían mayor mérito que las suyas.

Pedro le había prometido á Ligia; Pedro le había bautizado; Pedro había hecho milagros; luego él debía venir en su auxilio y salvarle.

Y en una de esas noches de cruel expectativa fué en