Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/299

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
295
QUO VADIS

¿Y cómo harás cuando llegue el turno á los cristianos?—preguntó Festo de Liguria.—¿No quisieras convertirte en perro para morderlos?

—No quisiera ser tu hermano.

¡Oh tú, meocio, nariz de cobre!

—Oh tú, mulo de Liguria!

—Es evidente que sientes escozor en el cutis; mas, no te aconsejo que me pidas que yo te rasque.

—Hazlo en ti propio; mas, te advierto que al rascar tus barros, destruirás lo mejor que tu persona tiene.

Y así continuaron atacándole.

El se defendía venenosamente, en medio de la risa general y con gran contentamiento del César, quien batiendo palmas, repetía á cada instante; ¡Mactel», y azuzaba á los demás.

Al cabo de un momento se acercó Petronio y tocando al griego en el hombro con su bastón de marfil incrustado, le dijo fríamente: —Todo eso está bien, filósofo; pero en una cosa has errado: los dioses hicieron de tí un vulgar cortabolsas y tú has llegado á convertirte en un demonio. Esa es la razón porque no te sostendrás mucho tiempo.

El viejo le miró con sus ojos enrojecidos y en esta ocasión sucedióle que no halló un insulto adecuado con qué replicar á Petronio. Así, pues, guardó silencio por un momento y luego dijo con cierto esfuerzo: —Me sostendré.

Entre tanto las trompetas anunciaron que el intermedio había concluído.

Los espectadores empezaron á abandonar los pasillos á donde habían ido á conversar y pasearse.

Sucedióse un movimiento general, acompañado de las disputas usuales de los ocupantes anteriores de asientos que ahora encontraban en poder de otros.

Los senadores y patricios volvieron á sus localidades y al cabo de algunos momentos cesó el ruido de aquellas