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QUO VADIS

gres del Eufrates, panteras de Numidia, osos, lobos, hienas y adives ó chacales.

Toda la arena se vió entonces cubierta como de un mar ondeante de pieles rayadas, amarillas, castañas, morenas y manchadas.

Y fué aquel un caos, en medio del cual el ojo nada podia distinguir, excepto los terribles movimientos múltiples, precipitados, convulsivos, oscilatorios y ondulantes de los lomos de aquellas fieras.

El espectáculo había perdido ya toda apariencia de realidad, para transformarse, por decirlo así, en una horrenda orgía de sangre, en un sueño espantoso, en un caleidoscopio gigantesco ideado por una fantasía desatentada y delirante.

Habíase colmado la medida.

En medio de gritos, lamentos y rugidos, aquí y allí, en los asientos de los espectadores, empezaron á dejarse oir las risas espasmódicas y aterrorizadas de mujeres cuyas fuerzas y cuyos nervios habíanse visto por fin vencidos.

El pueblo se horrorizaba al fin.

Muchos semblantes habíanse puesto sombríos, y varias voces empezaron á gritar: —¡Basta! Basta!

Pero era más facil traer las fieras á la arena que sacarlas de ella.

El César, no obstante, discurrió un medio apropiado para despejar el Circo procurando al mismo tiempo al pueblo un entretenimiento.

En todos los pasillos que había entre los asientos presentáronse diferentes grupos de numidios, negros y fornidos, ataviados con plumas, llevando aretes en las orejas y armados de sendos arcos.

El pueblo adivinó qué nuevo espectáculo se le esperaba y acogió á los arqueros con alegres salutaciones.

Los numidios se aproximaron á la barandilla y colocan-

Tomo II
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