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QUO VADIS

Aquí se detuvo á meditar un punto; y agregó en seguida con un ademán: —Pueden venir otros tiempos.

—Tenga Cristo misericordia de ellal—exclamó Vinicio.

—Tú estás hablando de Sicilia, en tanto que Ligia está enferma y próxima á morir!

—Dejémosla al principio cerca de Roma. Bastará el solo aire puro para que se restablezca, con tal que logremos arrancarla de la prisión. ¿No tienes tú en las montañas algún administrador en quien puedas fiar?

—Tengo uno, contestó prontamente Vinicio.—Cerca de Corioli hay un hombre de confianza que me llevó en sus brazos cuando yo era niño, y quien siempre me ama.

—Escríbele que venga mañana mismo,—dijo Petronio, pasando á Vinicio unas tablas.—Enviaré un correo al punto.

Y llamó al jefe del atrium, dándole en seguida las órdenes del caso.

Pocos minutos después un esclavo montado se dirigía á toda velocidad, en medio de la noche, á Corioli.

—Quisiera que Ursus la acompañase,—dijo Vinicio.Así quedaría yo más tranquilo.

—Señor,—dijo Nazario, ese es un hombre de fuerzas sobrehumanas, capaz de derribar puertas, romper rejas y seguirla. Hay una ventana que da á una empinada roca en donde no se ha apostado guardián alguno. Yo puedo llevar á Ursus una cuerda; él hará lo demás.

—Por Hércules!—dijo Petronio.—Salga él de la prisión como pueda pero no al mismo tiempo que ella, ni siquiera dos ó tres días después; porque le seguirían y quizá llegasen á descubrir su escondite. ¡Por Hércules! ¿Queréis perderos y perderla? Os prohibo que digáis á Ursus ni siquiera una sola palabra de Corioli, ó me lavo yo las manos!

Ambos reconocieron la cordura de estas palabras y guardaron silencio,