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QUO VADIS

da vez que vuelva á encontraros después, me diré: «¡Hé ahí los imbéciles á quienes ha burlado Cayo Petronio!» Y satisfecho por el momento, se dirigió al triclinio á cenar con Eunice.

Mientras comfan, un lector les recitaba los Idilios de Teócrito.

Afuera, el viento arrastraba espesas nubes que se iban agrupando en la dirección del Soracte, y luego una tempestad repentina vino á romper el silencio de aquella tranquila noche estival.

A intervalos retumbaba el trueno por entre las siete colinas, en tanto que Petronio y Eunice, reclinados el uno junto á la otra en la mesa, escuchaban al poeta bucólico, que en el harmonioso dialecto de los dorios celebraba los amores pastoriles.

Un poco más tarde ambos, lleno el espíritu de dulce tranquilidad, se preparaban ya para entregarse á un agradable sueño, cuando Vinicio regresó.

Petronio fué á su encuentro.

—¿Y bien? ¿Tenéis al fin algún proyecto nuevo?—preguntó.—¿Ha ido Nazario á la prisión?

—Sí,—contestó el joven tribuno, arreglándose el cabello que se le había empapado con la lluvia.—Nazario ha ido å entenderse con los guardianes y yo he visto á Pedro, quien me ha mandado que ore y tenga fe.

—Eso está muy bien. Si todo signe con rumbo favorable, podremos llevárnosla mañana por la noche.

—Mi administrador debe estar aquí al rayar el alba, acompañado de algunos hombres, —El camino es corto. Y ahora, vé á descansar.

Pero Vinicio entró á su cubiculum solamente para ponerse allí de rodillas y orar.

A la salida del sol. Nige el administrador, llegó de Corioli, trayendo consigo por orden de Vinicio mulas, una litera y cuatro hombres de confianza, elegidos entre sus