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QUO VADIS

Hubo en seguida un silencio, durante el cual no se oyó otra cosa que la precipitada respiración de Vinicio.

Petronio volviose á él y le dijo: —Ayer sostuve la opinión de que sería más conveniente permaneciéramos ambos en casa; mas ahora veo que que eso no es posible. Si se tratara de una fuga, necesita ríase de las mayores precauciones; pero ya que la van á transportar como cadáver, paréceme que nadie puede abriger ni la más leve sospecha.

—Es cierto! ¡Es cierto!—contestó Vinicio.—Yo debo estar presente. Yo mismo la sacaré del ataúd.

—Una vez que se encuentre en mi casa de Corioli, respondo yo de ella,—dijo Niger.

La conversación terminó allí.

Niger fué á reunirse con su gente en la posada. Nazario ocultó bajo su túnica una bolsa de oro y se dirigió á la cárcel.

Y para Vinicio principió un día de alarma sobreexcitación, zozobra y esperanza.

—La empresa debiera dar buenos resultados, porque ha sido bien concebidr,—dijo Petronio.—Imposible discurrir un plan mejor. Tú debes afectar un dolor profundo y vestir una toga negra. No abandones el anfiteatro. Es menester que te vean allí. Todo se halla dispuesto de manera tal que no puede haber fracaso. Pero... gestás perfectamente seguro de tu administrador?

—Es cristiano,—replicó Vinicio.

Petronio le miró asombrado. En seguida se encogió de hombros y dijo, cual si hablara consigo mismo: —¡Por Pólux! ¡Cómo se extiende esa religión, y cómo ejerce dominio sobre las almas! Bajo el reinado de un terror como el que hoy impera, natural sería que los hombres renegaran inmediatamente de todos los dioses de Roma, Grecia y Egipto. Sin embargo, esto es admirable. Por Pólux! Si yo creyese que nuestros dioses pudieran influir de algún modo, sacrificaría seis novillos blancos á cada