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QUO VADIS

uno de ellos, y doce á Jove Capitolino! No economices ofrendas á tu Cristo.

—Le he entregado mi alma,—dijo Vinicio.

Y se despidieron.

Petronio volvió á su cubiculum, pero el joven tribuno fuése á contemplar la prisión á distancia, y desde alli ze trasladó á la ladera del Monte Vaticano, á la cabaña del cantero en donde había recibido el bautismo de manos del Apústol.

Parecíale que Cristo le había de escuchar con más benevolencia allí que en todo otro sitio. Así, púes' cuando se hubo encontrado en él, postróse en tierra y concentró las potencias todas de su alma dolorida en su plegaria. Y mientras imploraba con fe profunda la misericordia del Señor, hallábase tan abstraido que ya no volvió a darse cuenta ni del sitio en donde se encontraba, ni de lo que estaba haciendo.

Por la tarde vino á sacarlo de su éxtasis un sonido de trompetas en dirección del circo de Nerón.

Salió entonces de la cabaña y dirigió en derredor suyo una mirada atónita como la del que despierta de un sueño.

Hacía calor, y el silencio que reinaba en aquel sitio veíase interrumpido á intéavalos por el sonido de los bronces y el canto de las cigarras.

El aire habíase tornado bochornoso, el firmamento aún estaba claro en la ciudad, pero cerca de los Montes Sabinos se iban agrupando algunas nubes obscuras en el extremo horizonte.

Vinicio volvió á casa.

Petronio le aguardaba en el atrium.

—He estado en el palatino,—le dijo.—Quise dejarme ver allí expresamente, y hasta me senté á jugar dados.

Hay esta noche una fiesta en casa de Anicio, á la cual he prometido asistir, pero solamente después de media noche, pretextando que me era necesario dormir hasta