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QUO VADIS

La balsa por fin se aproximó á la orilla. El César y los augustianos desaparecieron por entre los arbolados, se diseminaron en lupanares y tiendas ocultas entre el bosque y en grutas artificialmente dispuestas en la proximidad de fuentes y manantiales.

La locura se apoderó de todos; nadie sabía á dónde había ido el César; nadie podía distinguir, en medio de aquel mare mágnum, á un senador de un caballero, de un danzante, ó de un músico.

Los sátiros y los faunos daban caza á las ninfas y las llamaban á voces. Y golpeaban las lámparas con sus tir Bos, á fin de apagarlas. Reinaba ya á trechos la obscuridad entre los arbolados. Y por todas partes dejábase oir el rumor de risas y de gritos, cuando no el susurro de intimos coloquios ó el palpitar anheloso de las caricias furtivas.

En una palabra, Roma hasta ese día jamás había presenciado escenas semejantes.

Vinicio no estaba ebrio como el día de la fiesta dada en el palacio de Nerón y á la que también concurriera Ligia; pero se hallaba exaltado y llegó á dominarle una especie de embriaguez causada por la vista de cuanto en derredor suyo iba ocurriendo.

Por último se apoderó de él también la fiebre del placer.

Y entonces precipitóse al bosque, y acompañado de otros, se consagró á la tarea de pasar revista á las dríades á fin de elegir la más hermosa. Y bandadas de éstas, renovadas incesantemente, pasaban y pasaban por delante de él corriendo, y gritando, y cantando, y eran perseguidas por faunos, sátiros, senadores y caballeros y por los sones de alegres músicas.

Viendo por fin un grupo de doncellas conducidas por una, ataviada en traje de Diana, se precipitó hacia él con el propósito de examinar más de cerca á la diosa. Y al punto sintió que el corazón se le oprimía, pues antojósele