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QUO VADIS

Vinicio tembló ante la idea de que se hubiera encomendado á Ursus el papel de Hércules; pero evidentemente no había llegado aún el turno al fiel servidor de Ligia, porque á la sazón estaba ardiendo en la pira otro cristiano desconocido para el joven tribuno.

En el cuadro siguiente, Chilo, á quien el César no había querido perdonar la asistencia, pudo ver á conocidos su yos.

Se representó la muerte de Dédalo (1) y también la de Icaro.

Tuvo la parte del primero Euricio, aquel anciano que habia dado á Chilo el signo del pescado. El papel de Icaro fué desempeñado por su hijo Cuarto.

Ambos fueron levantados por medio de un ingenioso mecanismo y en seguida lanzados á la arena desde una inmensa altura.

El joven Cuarto vin á caer tan cerca del podium del César, que la sangre salpicó no solamente los adornos exteriores, sino hasta la misma púrpura que cubria el frente del palco.

Chilo no vió aquella caída, porque había cerrado los ojos; pero sintió el sordo golpe del cuerpo al rebotar en el suelo; y cuando al cabo de algunos momentos notó que había sangre á su lado, estuvo á punto de perder nuevamente el sentido.

Los cuadros se renovaban con rapidez.

Los vergonzosos tormentos de las virgenes profanadas antes de la muerte por gladiadores disfrazados de bestias feroces, llenaban de infernal deleite los corazones de la plebe.

Vieron allí á sacerdotisas de Cibeles y de Ceres, vieron (1) Dédalo, ateniense, padre de Icaro, inventor de la sierra y el hacha, autor del laberinto de Creta, donde encerrado por el rey Minos en castigo de haber descubierto su salida á Teseo, se escapó volando en unión de su hijo, con alas de cera.