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QUO VADIS

jares que, por favor del César, les fueron servidos por esclavos.

Solamente los más curiosos bajaron durante el intermedio al Circo, y tocando con los dedos las compactas masas de arena que se habían formado con la sangre coagulada, conversaban, como especialistas y aficionados, de lo que acababan de presenciar y de lo que en seguida verían.

Pronto estos mismos también salieron, por temor de llegar tarde al banquete, quedando tan sólo aquellos á quienes no retenía la curiosidad, sino las simpatías por las víctimas del próximo tremendo turno. Y estas personas se ocultaban detrás de los asientos ó en la parte baja del anfiteatro.

Entre tanto, la arena había sido nivelada nuevamente y multitud de esclavos empezaron á cavar hoyos, en hileras, á corta distancia unos de otros, en toda la extensión del Circo, de costado á costado, dispuestas estas hileras de tal modo que la última se hallaba á unos cuantos pasos del podium del César.

De fuera venía el murmullo del pueblo, mezclado con gritos y aplausos, en tanto que dentro se hacían con febril celeridad los preparativos de las nuevas torturas.

Los cunicula fueron abiertos simultáneamente y por todos los pasajes que á la arena conducían se hizo entrar á empellones grupos de cristianos desnudos, con sendas cruces sobre los hombros.

Toda la arena vióse luego llena de ellos. Hombres an cianos, encorvados bajo el peso de las vigas de madera, iban delante; en seguida otros, en todo el vigor de la edad, mujeres de sueltos cabellos, con los cuales se esforzaban por ocultar su desnudez, jóvenes y hasta niños tiernos.

Las cruces, en su mayor parte, así como las víctimas, hallábanse decoradas con flores.

Los sirvientes del anfiteatro daban de golpes á esos infortunados, obligándoles á conducir los maderos de que eran portadores hasta cerca de los hoyos que había dis-