Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/344

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
338
QUO VADIS

Todavía hizo un nuevo y heroico esfuerzo.

Pareció por un momento que iba á lograr libertar su mano de la cruz y agitarla amenazante sobre la cabeza del César; pero de súbito sus descarnados brazos extendiéronse más, se inclinó su cuerpo, cayó sobre el pecho la cabeza y expiró.

Y en aquel denso bosque de cruces empezó luego para aquellos mártires cristianos el tranquilo sueño de la eternidad.

CAPÍTULO LVIII

Señor, dijo Chilo,—el mar parece de aceite de oliva y se diría que las olas están durmiendo. Vámonos á Acaya.

La gloria de Apolo allí te está reservada, las coronas y los triunfos te aguardan, el pueblo te deificará, los dioses te han de recibir como á su huésped, como á su igual, mientras que aquí, joh, Señor!...

Y se detuvo el griego, porque el labio inferior empezó á temblarle de tan violenta manera, que sus palabras llegaban á transformarse en sonidos incomprensibles.

—Partiremos cuando hayan terminado los juegos,—replicó Nerón.—Sé que aun ahora mismo hay gentes que llaman á los cristianos innoxia corpora (víctimas inocentes).

Si en tales circunstancias me alejase de aquí, todo el mundo repetiría eso. ¿Qué es lo que temes?

Dijo estas palabras frunciendo el ceño y dirigiendo una mirada inquisidora á Chilo, cual si aguardara una explicación de sus temores.

Pero su sangre fría solo era aparente.

En el último espectáculo, á él mismo habíanle infundido pavor las palabras de Crispo; y al volver al Palatino le impidieron dormir la vergüenza y la rabia, y también el temor.

Vestinio, que había escuchado en silencio este diálogo, miró a su alrededor y dijo con voz misteriosa: — Presta, señor, oído á las indicaciones de este viejo. Al-