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QUO VADIS

go hay de extraño en esos cristianos. La deidad que adoran parece procurarles una muerte serena, pero puede también ser esa una deidad vengativa.

—No he sido yo quien dispuso los juegos, sino Tigelino, —replicó al punto Nerón.

—¡Ciertamentel Yo fuí,—dijo Tigelino, quien acababa de oír la respuesta del César;—y me río de todos los dioses cristianos. Vestinio es una vejiga llena de supersticiones y este valiente griego es capaz de morirse de miedo á la vista de una gallina que erice las plumas en defensa de sus polluelos.

—Así es, en efecto,—dijo Nerón; pero en adelante ordena que corten la lengua á esos cristianos y les tapen la boca.

—El fuego les pondrá coto, joh, divinidad!

—¡Ay de mil—gimió Chilo.

Pero el César, á quien la insolente confianza de Tigelino había dado nuevos brios, empezó á reir ahora y dijo, señalando al viejo griego: —¡Mirad á ese descendiente de Aquiles!

Y á la verdad, era terrible el aspecto de Chilo. Los escasos cabellos que aun quedaban en su cabeza, habíansele puesto blancos y en su semblante se advertía permanentemente una expresión de inmenso terror, zozobra y opre sión. Por momentos parecía asimismo como aturdido y casi fuera de sí. A menudo no daba respuesta alguna á las preguntas que se le hacían; luego encolerizábase y se volvía tan insolente que los augustianos preferian no seguirle haciendo objeto de sus fisgas.

Y á la sazón se encontraba en uno de esos momentos.

—Haced de mí lo que querais, pero no iré más á los juegosl—gritó desesperado.

Nerón le observó un instante y dijo luego, volviéndose á Tigelino: —Cuida de que se halle cerca de mí este estóico en los