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QUO VADIS

jardines. Deseo ver qué impresión causan nuestras antorchas en su ánimo.

Chilo se llenó de terror ante la amenaza que temblaba en la voz de Nerón.

—Oh, señorl—le dijo;—nada podré observar, porque de noche no veo.

—Estará la noche tan clara como el día,—replicó el César con amenazante risa.

Y volviéndose en seguida á los augustianos, empezó á discurrir acerca de unas carreras que deseaba ordenar para cuando hubieran terminado los juegos.

Petronio se aproximó entonces á Chilo, y le preguntó dándole un golpecito en el hombro: —¿No te he dicho que no resistirlas?

—Quiero beber,—dijo Chilo alargando la temblorosa mano hacia un vaso de vino;—pero no pudo llevarlo á los labios.

Visto lo cual por Vestinio, tomo éste el vaso y algunos momentos despues acercóse al griego y le preguntó con aire lleno de curiosidad y de temor: —¿Te están acaso persiguiendo las Furias?

El viejo le miró breves instantes con la boca abierta, cual si no comprendiera lo que había dicho el otro. Vestinio repitió entonces: —¿Te están persiguiendo las Furias?

—Nó,—contestó Chilo;—pero tengo delante de mí á la noche.

—¿Qué dices? ¿La noche? Tengan de ti piedad los dio ses! ¿De qué noche me estás hablando?

—De una terrible noche impenetrable, en la cual veo algo que se mueve, algo que viene hacia mí, algo que no conozco y me llena de estupor.

—Yo siempre he creído que existen realmente maleficios. ¿Sueñas?

—Nó, porque no duermo. Jamás creí que serían castigados con tal crueldad.