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QUO VADIS

¿Lo sientes por ellos?

—¿Porqué derramar tanta sangre? ¿No has oído lo que dijo uno desde la cruz? ¡Ay de nosotros!

—Sí, lo he oído,—contestó Vestinio en voz baja.—¡Pero ellos son incendiarios!

¡No es cierto!

—Y enemigos de la raza humana.

—No es cierto!

—Y.envenenadores del agua.

—¡No es ciertol —Y asesinos de infantes.

¡No es cierto!

—¿Cómo?—preguntó Vestinio lleno de asombro.— Tú mismo lo has dicho y los has entregado en manos de Tigelino.

—Por eso es que ahora la noche me rodea y la muerte viene hacia mí. Por momentos creo que en realidad ya he muerto, y también vosotros.

—¡Nó! Son ellos los que están muriendo; nosotros estamos vivos. Pero, díme: ¿qué es lo que ven al morir?

—Ven á Cristo.

—Su dios. Y díme, ¿es poderoso ese dios?

Chilo, en vez de contestar, hizo esta pregunta: —¿Qué clase de antorchas van á arder en los jardines?

Oiste las palabras del César?

—Las he oído y sé de qué se trata. Esas antorchas se llaman Sarmentitii y Semaxii. Se preparan envolviendo á los hombres en «túnicas dolorosas» empapadas en pez, y atándolos á postes, á los cuales se pega fuego en seguida.

Quiera el dios de los cristianos no mandar nuevas desventuras sobre la ciudad! Semaxil Esa es una terrible pena.

—Prefiero presenciar ese castigo, pues en él siquiera no hay efusión de sangre, contestó Chilo.—Manda que un esclavo me acerque el vaso á los labios Quiero beber, pe-