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QUO VADIS

Y empezó á temblar de tal manera, que los augustianos que le rodeaban, echáronse á reir ruidosamente.

CAPÍTULO LIX

Durante algunos días, estuvo el joven tribuno, pasando sus noches fuera de casa.

Ocurrió á Petronio el pensamiento de que tal vez hubiera ideado un nuevo plan y estuviese consagrando sus esfuerzos al designio de libertar á Ligia de la carcel del Esquilino; empero, nada le preguntaba por temor de llevar desgracia á su empresa.

Porque este escéptico, de tan exquisito buen gusto, había llegado en cierto modo á convertirse en un supersticioso.

Su fracaso en el intento de arrancar á Ligia de la prisión Mamertina, le había hecho perder la fe en su buena estrella.

Por otra parte, no contaba, tampoco, en esta vez con que tuvieran muy buen éxito las nuevas tentativas de Vinicio.

La prisión Esquilina, formada apresuradamente con los sótanos de las casas que habían sido derribadas para cortar el fuego, no era, en verdad, tan terrible como el viejo Tullianum cercano al Capitolio, pero se hallaba cien veces mejor custodiada.

Petronio comprendía perfectamente que Ligia había sido conducida allí tan sólo prra sustraerla á la muerte, á fin de que no escapase al anfiteatro.

Y por lo mismo estaba cierto de que teniendo en vista ese designio, la custodiarían allí con el esmero con que un hombre cuida las niñas de sus ojos.

—Es evidente,—decíase,—que el César y Tigelino la han reservado para algún espectáculo especial, más horrendo que los anteriores; y Vinicio tiene ahora mayores