Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/350

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
344
QUO VADIS

probabilidades de perderse en la empresa que de salvar á Ligia.

También el joven tribuno, había abandonado, por su parte, la esperanza de rescatarla. Sólo Cristo podía triunfar en tan árdua empresa. Y Vinicio, á la sazón, pensaba únicamente en los arbitrios que pudieran permitirle ver á Ligia en su prisión.

Por espacio de algún tiempo, la idea de que Nazario había logrado penetrar á la carcel Mamertina en calidad de conductor de cadáveres, no le había dado tregua, hasta que al fin decidióse á intentar ese propio medio.

El sobrestante de las «fosas putridas,» que había sido sobornado por una inmensa cantidad de dinero, le admitió por fin entre los sirvientes á quienes mandaba por la noche en busca de cadáveres.

El peligro de que fuera Vinicio reconocido, no era en realidad probable.

Protegíanle contra ese peligro las sombras da la noche, su traje de esclavo y la escasa luz de la prisión.

Además, ¿quién habría de pensar que un patricio, nieto de un cónsul é hijo de otro, pudiera llegar á encontrarse en medio de sirvientes y conductores de cadáveres y expuesto á los miasmas de los calabozos y de las «fosas pútridas?» Y empezó para Vinicio una faena, á la cual, ciertos hombres veianse obligados tan sólo por su esclavitud ó por la necesidad extrema.

Cuando llegó la noche anhelada, vistió con alegría su tosco traje de sepulturero, cubrióse la cabeza con un pafio empapado en trementina, y con el corazón palpitante de ansiedad, se dirigió, en compañía de otros, al Esquilino.

La guardia pretoriana los dejó pasar, pues todos traían en forma sus tesserae (pases), las cuales, fueron examinadas por un centurión á la luz de una linterna.