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QUO VADIS

Todo presentábasele entonces con un aspecto extraño y como distante, vano, esfumado.

La tortura misma dejaba ya de ser terrible en ese estado de ánimo, puesto que mientras se estuviera pasando por ella, el espíritu se hallaría abismado en otras ideas y la vista fija en otras perspectivas.

Parecíales á ambos amantes que la eternidad habia ya empezado á recibirlos. Y hablaban de cómo se amarían, y de cómo vivirían juntos, pero más allá de la tumba; y si á intervalos tornaban á la tierra sus pensamientos, eran éstos como los de dos personas prontas á emprender un largo viaje y que se preocupan en hacer los preparativos para el camino.

Además, rodeábales tal silencio, cual si se hallaran en medio de un desierto, apartados del mundo y olvidados de todos, como dos solitarias columnas.

Su único anhelo cifrábase en que no les separase Cristo; y como que cada instante que pasaba fortalecia en ellos la convicción de que no haría tal cosa Dios, el amor de ambos hacia El, convertíase en un firme eslabón que los unía en un sentimiento inenarrable de ventura y de paz.

Aun cuando se hallaban todavía en el mundo, cada día parecían irse desprendiendo hasta del polvo del mundo.

Y sus almas hallábanse puras como lágrimas.

Bajo el imperio del terror y de la muerte, en medio de la amargura y el sufrimiento, en el fondo de aquel antro sombrio, se había abierto el cielo para ambos, pues ella había tomado á Vinicio de la mano y había conducido, como un ángel salvador, hacia la fuente de la vida perdurable.

Petronio se hallaba atónito.

Notaba ahora en el semblante de su sobrino una tranquilidad creciente de día en día, y una calma admirable que jamás advirtiera en él anteriormente.

Por momentos llegaba á conjeturar que Vinicio hubiera encontrado al fin algún medio de salvar á Ligia; y sentíase