Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/361

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
355
QUO VADIS

mortificado al ver que el joven no le hubiera confiado sus proyectos y sus esperanzas. Por último, incapaz de contenerse por más tiempo, le dijo un día: —Ahora tienes otro aspecto; no trates de ocultarme tus secretos, pues bien sabes que tengo voluntad y aptitudes para secundarte. ¿Has dispuesto algo?

—Sí,—contestó Vinicio; pero tú no pueddes ayudarme. Después que ella muera, confesaré publicamente que soy cristiano, é irê á reunírmele.

—¿Entonces ya no abrigas ninguna esperanza?

—Por el contrario, las abrigo todas. Cristo me dará á Ligia y ya no volveré á separarme jamás.

Petronio empezó á pasearse en el atrium; y en su semblante se pintaron la desilusión y la impaciencia.

—Tu Cristo no hace falta para eso: el Thanatos (1) nuestro, puede prestar el mismo servicio.

Sonrió Vinicio tristemente y dijo: " No, querido mío, tú no quieres comprender.

—Ni quiero ni puedo. No son estos momentos adecuados para la discusión; pero ten presente lo que te dije cuando freasamos en nuestro proyecto de libertarla del Tullianum. Yo perdi entonces toda esperanza, y cuando volvíamos á casa, tú replicaste: —«Pero yo creo que Cristo puede restituírmela.»— Que te la restituya entonces. Si yo arrojo al mar un vaso de valor, ninguno de nuestros dioses tiene poder bastante para devolvérmelo; y si al dios tuyo le aqueja igual impotencia, no veo por qué hubiera yo de tributarle mayor homenaje que á los demás.

—Pero El me la restituirá.

Petronio se encogió de hombres y dijo: —¿Sabes que los cristianos van á iluminar los jardines del César mañana?

—¿Mañana?—repitió Vinicio.

Y en presencia de aquella cercana y tremenda realidad, (1) La Muerte.