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QUO VADIS

Escevinopuarta y

—No se opone á eso mi consigna,—exclamó Vinicio permaneció entonces delante de aguardó.

Como á media noche se abrió de par en par esa puerta y por ella salieron gran cantidad de presos: hombres, mujeres y niños.

Les rodeaban pretorianos armados.

La noche estaba muy clara, de modo que no solamente podían distinguirse las formas, sino también hasta los semblantes de aquellos desgraciados.

Iban en filas de á dos individuos, formando larga y triste procesión, en medio de un silencio interrumpido tan sólo por el ruido de las armas.

Y eran tantos que se habría creído que iban á quedar vacíos los sótanos del Esquilino.

Entre los que formaban la óltima fila, Vinicio vió distintamente á Glauco el médico, pero Ligia y Ursus no se hallaban entre los condenados.

CAPÍTULO LXI

No había obscurecido aún y ya las primeras oleadas de gente acudían á los jardines del Cesar.

Las multitudes, vestidas en traje de fiesta, coronadas de flores, alegres, llegaban cantando, deleitándose de antemano con el nuevo y magnifico espectáculo que se les preparaba. Algunos venían ébrios.

En la Via Tetra (Via obscura), dejábanse oir los gritos de Semaxii! Sarmentitiil como asimismo en el Puente Emilio, en la ribera opuesta del Tiber, en la Via Triunfal, en los alrededores del Circo de Nerón, y más lejos aún, en las inmediaciones del Monte Vaticano.

En Roma se había presenciado antes el espectáculo de hombres quemados en postes, pero jamás habíase contado para tal suplico, con una cantidad tan considerable de victimas.