Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/366

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
360
QUO VADIS

Entre las multitudes ofase aquí y alli gritos que se ignoraba si eran de simpatía ó de placer, los cuales aumentaban á cada instante con el fuego, que envolvia ya los qilares, trepaba hasta el pecho de las víctimas, encogía con su hálito quemante el cabello de sus cabezas, velaba sus ennegrecidos rostros, y subía y subía, cual si quisiera demostrar con su triunfo el triunfo de aquella fuerza que les había ordenado atacar y vencer.

Desde el principio del espectáculo el César se había presentado en medio del pueblo dirigiendo una espléndida cuádriga del Circo, tirada por cuatro soberbios caballos blancos. Vestía de auriga, con el color de los Verdes, color favorito de la corte y suyo.

Seguíanle otros carros, llenos de cortesanos brillantemente ataviados, y de senadores, sacerdotes, bacantes desnudas y coronadas, que llevaban en las manos cántaros de vino, iban medio ebrias y daban salvajes gritos.

Velanse al lado de estas, músicos, disfrazados de faunos y sátiros, quienes tocaban cítaras, formingas, flautas y cuernos..

En otros carros avanzaban las matronas y las doncellas romanas, ebrias también y medio desnudas.

Al rededor de la cuádriga corrían multitud de hombres que blandian tirsos adornados con cintas; otros tocaban tamboriles y otros esparcian fiores en el camino.

Toda aquella brillante multitud avanzaba á los gritos de Evoel por la amplia calle del jardín llena de humo y por entre los grupos procesionales del pueblo.

El César que tenía cerca de al á Tigelino y también á Chilo, en cuyo terror se complacía, iba dirigiendo en persona los caballos. Avanzaba el paso, mirando los cuerpos que ardían y poniendo atención en los gritos de la multitud.

De pie sobre el expléndido y elevado carro dorado, circulando por en medio de un mar de gente que se inclinaba á sus pies, á los fulgores del fuego, llevando en la ca-